EL 'MIG ANY' DE LA 'NAU BOTÀNICA'
Ricard Pérez Casado 05.08.2017
Es costumbre entre moros y cristianos celebrar el mig any en el que se suele hacer balance del tiempo entre la celebración pasada y la que se prevé la siguiente. Además del festejo, se precisan los objetivos que permitan mejoras.
Las organizaciones políticas que permitieron el cambio en mayo-junio de 2015 han tenido sus más y sus menos entre sí y en su interior. Todo ello con pleno conocimiento de la ciudadanía, a veces exageradas por los desalojados y sus palmeros.
El PSPV ha ratificado liderazgo interno, acentuado su perfil valencianista y de izquierdas, además de encabezar una Generalitat nada sumisa ante propios y ajenos. Compromís confirma liderazgos, asimismo como coalición, y contribuye de modo conveniente a la ejecución de las políticas pactadas. Podemos en sus versiones valencianas, asegura el respaldo a la estabilidad parlamentaria en su modalidad crítica. Este es el jardín Botánico. De la Nau surgen, bajo una cabeza distinta, las oportunidades para revertir la pendiente por la que se deslizaba la suma de devastación y saqueo, comunes a la corrupción que infectaba a todas las instituciones.
Asombra que el ejercicio democrático de los nautabotánicos se contemple como una especie de circo, al que contribuye ciertamente la estridencia de una oposición poco acostumbrada a la transparencia. Sobre todo, si nos atenemos a lo que se conoce, en sordina mediática por parte de sus medios, de luchas internas, con el añadido de los innumerables imputados, algunos juzgados y condenados. La banalización de las responsabilidades procura echar basura sobre la política, la que no ejercen, con el intento de sumir en el fango a todos cuando las responsabilidades solo son suyas.
Se les acabó el momio. La herencia los desaguisados con los que ahora apechugan los gobiernos locales y de la Generalitat. La lista de los costes de ponernos en el mapa todavía no se ha completado, aunque es cierto que en la cartografía de la delincuencia figuramos en lugares de dudoso honor. Para tapar algunas de las devastaciones más flagrantes se echa mano por parte del PP y socios, del polvoriento repertorio de agua, gestos y, por supuesto, de la lengua de la que se sienten tan orgullosos que procuran no usarla si no es para mancillarla con expresiones bufonescas.
Alguna sociedad civil, autoproclamada ahora valedora ante la postergación valenciana, como el conocido Corredor Mediterráneo, se pasó tres décadas de siesta, servil hasta la náusea, con el ordeno y mando, municipal, provincial, de la Comunitat Valenciana. Los negocios son los negocios, y más si se pueden hacer a la sombra, de inmediato. Empresarios que apenas dejaron el pirateo izaron pabellón de corso, sembrando ruina medioambiental y desarbolando las instituciones que recogían los ahorros de la ciudadanía. Los aprovechados aduladores de ayer mismo descubren el Mediterráneo. Después de pagar, a costa del contribuyente, aquelarres acuáticos y encender las hogueras ante el compromiso con las comunidades autónomas vecinas, cuyo peso sumado al propio sin duda alguna habría doblegado más de una resistencia del Estado. A la lista de los costes de los desmanes habría que sumar el precio de optar por la «prosperidad», para algunos Madrid-Valencia-Palma en vez de la racional, y más efectiva, del camino hacia el norte, hacia Europa, Mallorca incluida. Por cierto, las tres prosperidades encabezan el hit de la corrupción del PP.
El mig any de la nau botànica habría de servir para deshacernos de esta rémora impertinente de la sensación de postergación colectiva, víctimas además de controversias estériles que solo beneficiaban a quienes nos tenían como granero electoral sin problemas para el gobierno de turno: los problemas se quedaban aquí. Eso sí, quienes ejercían de subalternos dóciles, en política como en empresa, recogían los frutos del vasallaje en la parte que les permitían los señores
El balance social de la botànica nau y sus ejemplos en todo el territorio es positivo, y nadie se atreve a objetarlo con razones convincentes más allá de las estridencias de una oposición acostumbrada al ejercicio omnímodo del poder cuando lo tuvo, y que entiende como expolio su desalojo del cortijo que tuvieron como propio por tantos años. Los propósitos y objetivos están formulados y, en la medida que el cerco estatal lo ha permitido, alcanzados. Algunos, de mera aplicación democrática, han requerido el ejercicio de la transparencia, del debate público o interno a las organizaciones, el examen de las dimensiones de una herencia envenenada de deudas, infectada de malas prácticas administrativas y políticas.
La complicidad social, en términos amplios, requiere del conocimiento de los objetivos, de los instrumentos con que cuentan los gobiernos locales y de la Generalitat para llevarlos a cabo. Financiación autonómica y local, acorde con las necesidades y el esfuerzo de la ciudadanía; gestión de las secuelas de los fastos y eventos, de las ciudades a la Marina; recuperación de la productividad por la vía del conocimiento, que implica a la red disponible de universidades y formación; sostenibilidad sin recaer en agentes urbanizadores del espacio incluida la rehabilitación de nuestros centros históricos; reconocimiento y puesta a punto de las áreas metropolitanas y urbanas, sin las desviaciones sectoriales que alejan la gobernanza local de sus objetivos; el combate por la lengua, la seña de identidad inequívoca, por lo que es objeto permanente de ataque por parte de quienes se oponen a una normalidad que cuestiona las políticas del Estado y de la derecha encaramada en él.
En definitiva, un País Valenciano, valencianista, de izquierdas, socialdemócrata, federalista, europeo y mediterráneo como el que se propuso hace veinte años de la mano del añorado Josep Bevià y de Joan Romero, en el caso del PSPV; acorde con las formulaciones expresadas por socios y apoyos de la Nau y el Botànic. El objetivo, revalidar la hegemonía social de la izquierda valencianista. Las mayorías políticas internas, el liderazgo, deberán esperar el juicio de las urnas en 2019, que ahora se manifiestan de forma plural, como la sociedad misma que las sostienen. La derecha, incólume pese a los escándalos, aguarda como la peste de Camus.
http://levante-emv.com/opinion/2017/08/05/mig-any-nau-botanica/1601593.html